24 nov 2008

¿cuestión de gustos?

...y hablando de todo un poco, ¿cuando sabemos si estamos delante de buena o mala arquitectura? Hace unos días leí una crítica muy sensata, de Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, sobre el TEA de Herzog & deMeuron (el cual todavía no he podido visitar), y unos días más tarde leí otra muy diferente del arquitecto Juan Ramírez Guedes (la cual fue publicada en el diario "el país"). Ambos "críticos" arquitectos reconocidos dan su visión de este proyecto y suelen dar una visión muy acertada de muchos otros, según cree este humilde estudiante, por lo tanto.. ¿incluso la arquitectura es cuestión de gustos? a donde vamos a llegar...


// Caprichos de arquitectura / Freddy Massad y Alicia Guerrero Yeste {10/11/08}

La sede para TEA Tenerife Espacio de las Artes es el último proyecto firmado por Herzog & de Meuron que se concluye en España, desarrollado en asociación con el arquitecto tinerfeño Virgilio Gutiérrez Sito en el rehabilitado casco antiguo de Santa Cruz de Tenerife, al margen derecho del Barranco de Santos, el edificio cuenta una superficie de 20.622 m2 construidos. Su diseño, según los autores, se basa en una serie de elementos diagonales en planta y suelos inclinados que tienen que ver con la estratificación, planos y líneas de su emplazamiento y que tratan de permitir que el espacio público penetre con fluidez hacia el interior del edificio, de manera que a través suyo el barrio antiguo de la capital quede conectado con la zona moderna. Asimismo, la integración dentro de este edificio del Instituto Óscar Domínguez, el Centro de Fotografía Isla de Tenerife y la biblioteca de la Red Insular ha dado lugar a un concepto interior donde espacios y actividades estén entrelazados y conectados entre sí pero preservando su propia individualidad.

El edificio ha sido puesto en funcionamiento con tres exposiciones, pero resulta inevitable tener en cuenta el casi inexplicable hecho que la biblioteca se encuentra aún virtualmente vacía, como hecho que parece venir a corroborar la cierta sensación que el proyecto de política cultural tras el TEA se ha reducido básicamente a la mera proclamación de posesión de este edificio firmado por Herzog & de Meuron. Enfatiza esta impresión el que Jacques Herzog concluyera su intervención en el discurso de inauguración del edificio desafiando lo que él tildaba como de incomprensión ciudadana hacia el proyecto. Afirmaba así cómo la arquitectura producida por las grandes estrellas de su calibre ha perdido contacto con las necesidades reales y, lo que es peor, también el interés por ellas, y cómo arquitectos y poder político se complementan para construir solamente espectacularidad estéril y propagandística, que sólo acrecienta el narcisismo autista de ambas partes.

El arquitecto puede estar sujeto y, hasta cierto punto, mostrarse complaciente por propia conveniencia con los vaivenes y delirios políticos, pero en todo momento debiera ser capaz de saltar por encima de ellos con inteligencia y concentrarse en el valor propositivo de sus obras. Desafortunadamente, la obra reciente de Herzog & de Meuron se ha convertido en el paradigma de un tipo de edificios que no corrigen, ni subsanan, ni depuran la ignorancia política sino que se transforman en cómplices de un objetivo político cuya única finalidad es poseer y exhibir propagandísticamente el edificio de firma.

Arquitectónicamente, el TEA se reduce a ser una mera proposición ornamental, que si en el caso de la remodelación de la Plaza de España de estos mismos arquitectos en la misma ciudad logra crear un pequeño espacio público punteado por detalles que, sin hacerla sobresaliente, la dotan de una presencia urbana agradable y de cierta calidad, aquí convierte en una toma de posición ostentosa, de un protagonismo mal formulado. El exterior es una pesada masa oscura salpicada por huecos de heterogéneas formas y medidas obtenidas a partir del pixelado ampliado de una fotografía de los reflejos del sol sobre el mar, como referencia a lo local, y que permiten generar un efecto de iluminación cuyo efecto se percibe al máximo en la sala de la lectura de la biblioteca. Aquí, la creación de una especie de paisaje interior formado por una profusión de lámparas, la yuxtaposición del muro de hormigón perforado frente a la transparencia del gran ventanal tras el cual se encuentra un segundo muro suavemente policromo -lo que debe entenderse esencialmente como un ejercicio de decoración- crea un ámbito agradable y que potencialmente es el que podría devenir un buen espacio para uso de todo tipo de público.

El edificio del TEA transmite una lección que, aunque sabida, es necesario volver a repasar: Qué sentido tiene, además del efecto de los efímeros focos mediáticos, recurrir a unos arquitectos como Herzog & de Meuron cuya concentración en este proyecto se percibe cuanto menos débil. Siendo una oficina operando a escala global, los proyectos de macroestudios terminan siendo diseñados por arquitectos anónimos y sobre los cuales los directores de la firma poseen una escasa responsabilidad propositiva. En el proceso de obra su intervención es únicamente interpretar el papel de prima donnas neuróticas y autoritarias que se concentran sólo en producir el detalle decorativo que actúe como etiqueta su marca, habiendo quedado en la el arquitecto local, Virgilio Gutiérrez, a pleno cargo de la responsabilidad de lograr la buena materialización del edificio.

A estos niveles, se ha perdido la noción de arquitectura como diálogo entre el arquitecto y la esfera cívica. No por más de una cuestión ideológica –que sería también reprobable- sino más bien por la desgana y la falta de intención de realizar un serio ejercicio de reflexión y compromiso. El arquitecto de firma se escuda en su posición elitista. El TEA es el ejemplo claro de una apuesta por la arquitectura de marca más que por la arquitectura de servicio. Ésta es la tendencia.

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 875



// Intersecciones en Canarias / 
Juan Ramírez Guedes {15/11/08}

El TEA, Tenerife Espacio de las Artes, inaugurado recientemente en Santa Cruz de Tenerife, es el segundo edificio museístico concluido este año en España por la firma Herzog & de Meuron, aquí con la colaboración de Virgilio Gutiérrez Herreros, meses después de la apertura del CaixaForum de Madrid, con el que presenta importantes diferencias que constituyen, por otra parte y en nuestra opinión, un giro en una práctica arquitectónica hasta ahora muy apoyada en la poética de los materiales y sus cualidades expresivas, o como en el caso del estadio de El Nido de Pájaros de Beijing, en la musculatura tecnológica, aspectos que, en este caso, estando sin duda presentes, ceden con claridad el protagonismo al despliegue del espacio.

Rafael Moneo en su ensayo Otra Modernidad, reflexionando sobre los rasgos generales de la arquitectura contemporánea frente a la tradición arquitectónica moderna, señalaba el diferente papel que el espacio desempaña en una praxis contrariamente a la otra: dice Moneo, en resumen, que mientras que un rasgo fundamental del proyecto moderno es la función del espacio como “sustancia y justificación” de su arquitectura, en la estela de la idea de la “pura visualidad” de Wölfflin, en oposición a ello, siempre según esta hipótesis, en el caso de la arquitectura contemporánea, el espacio deja de ser origen conceptual del proyecto para ser simplemente un resultado del mismo, un precipitado, presente pero no generador de la concepción de esa arquitectura.

En el caso de TEA, podríamos concluir que representa, al menos en parte, un giro hacia un planteamiento más inclinado a esa caracterización de lo moderno, dada la imposibilidad de entender completamente la concepción de este edificio desde otra instancia que no sea el espacio, por mucho que estén presentes otros elementos habituales en la arquitectura de sus autores. La presencia objetual rotunda y de gran expresividad del Caixa Forum de Madrid, con una imagen exterior icónica que construye su discurso visual instantáneamente, se metamorfosea en el caso del TEA en el despliegue de unos volúmenes más silenciosos pese a su contundencia, que se fracturan y separan ante el espectador, sin generar una impregnación visual definitiva para la formación de su imagen total (aunque si fragmentariamente), siendo preciso el desentrañamiento de su espacio interno para poder apreciar el verdadero sentido y valor de la obra.

El edificio situado junto al Barranco de Santos en la capital tinerfeña es un conjunto de geometría compleja que se articula como un todo del que se desgajan total o parcialmente piezas triangulares, que mediante trasformaciones geométricas dan lugar a la aparición de una serie de intersecciones y espacios intersticiales, entre ellos la gran plaza triangular que construyendo un pasaje urbano enlazando la diagonal, permite recorrer el edificio uniendo a su través, en una verdadera promenade architecturale, dos partes de la ciudad. Una auténtica intersección entre la arquitectura y el espacio urbano y en definitiva la ciudad como lugar y como paisaje. Desde ese recorrido diagonal también se percibe mediante aperturas laterales todo el espacio interior del edificio, fundamentalmente la biblioteca, estableciéndose una particular vibración en la relación visual interior-exterior que es uno de los aspectos más destacables de obra, intersección visual que es posible reconstruir desde otra percepción muy diferente abordando el recorrido en sentido inverso, desde la rampa hasta el acceso a la plaza por su vértice.

El recorrido diagonal y la plaza son sede también del acceso a las principales dependencias del edificio: la biblioteca y el centro de arte además de otras funciones. Dentro de la biblioteca cobra su sentido más claro el tratamiento de huecos de la estructura muraria, fundamentalmente la del lado del barranco, múltiplemente perforada siguiendo un patrón obtenido mediante el pixelado de imágenes marinas, que vista desde el exterior aparece como un denso tatuaje del muro formado por un juego de pequeños espejos que reflejan fragmentos del paisaje urbano, pero que desde el interior su presencia oscura y ciclópea se ve traspasada por una constelación de fragmentos luminosos de diferentes formas, en una interesante contraposición a la luz uniforme que se le opone al otro lado, penetrando por el patio excavado junto al muro de contención que soporta al mural de Juan Gopar, también cercano a una interpretación borrosa del mundo acuático. El juego de transparencias y reflejos, la interposición del cristal, la contraposición de opacidades y perforaciones, de lo compacto y lo evanescente, a través de una sección de importante envergadura, hace de la biblioteca, sobre la que la plaza transita como un gran puente cerrado con cristal, un espacio de indiscutible belleza y significativa riqueza, constituyendo en nuestra opinión, junto con los desplazamientos que generan los intersticios de dimensión urbana, los verdaderos elementos ordenadores de la obra.

Si bien, en el sector destinado a museo, los espacios específicamente expositivos están resueltos de forma más neutra y convencional, como contenedores que, no obstante, permiten la organización de paisajes interiores temporales en cada caso, los recorridos interiores y otros espacios intermedios reúnen situaciones formales de interés en función de la variabilidad de la sección, los espacios de doble altura, los sucesivos plegamientos de planos y sus intersecciones, generando espacios de cierta complejidad geométrica, que, seguramente por pura, aunque interesante, casualidad, resuenan con algunos espacios geometrizados pintados por Oscar Domíguez en sus cuadros de la Etapa de las redes. Otra posible intersección.

Juan Ramírez Guedes. 2008
Publicado en el suplemento Babelia del diario El Pais >>>

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